EVANGELIO DEL DÍA LUNES 5 DE MARZO DEL 2018

Lucas 4,24-30: “En aquel tiempo, Jesús llegó a Nazaret, entró  la sinagoga y dijo: «Ningún profeta es bien recibido en su patria. En verdad les digo que había muchas viudas en Israel en tiempos de Elías, cuando el cielo retuvo la lluvia durante tres años y medio y un gran hambre asoló a todo el país. Sin embargo Elías no fue enviado a ninguna de ellas, sino a una mujer de Sarepta, en tierras de Sidón. También había muchos leprosos en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio.» Todos en la sinagoga se indignaron al escuchar estas palabras; se levantaron y lo empujaron fuera del pueblo, llevándolo hacia un barranco del cerro sobre el que está construido el pueblo, con intención de arrojarlo desde allí. Pero Jesús pasó por medio de ellos y siguió su camino”.

Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

La Iglesia Universal celebra hoy, entre otros Santos, la fiesta en honor a San Adrián, este mártir venerado en los primeros siglos, en las iglesias de Asia Menor, conserva hoy en día sus recuerdos en las comunidades de rito latino y rito oriental. Fue martirizado el 5 de marzo del año 308.

Por su parte la liturgia diaria nos invita a meditar el Evangelio según San Lucas capítulo 4, versos del 24 al 30. En el que se narra la entrada de JESÚS a la sinagoga de Nazaret, donde expresa unas Palabras que no son del agrado de sus interlocutores, ya que les recuerda dos acontecimientos que al ser comparado con sus actitudes los confronta de modo adverso.

El joven Maestro se permite recordarles episodios bíblicos a contrapelo de cuanto pretenden exigir sus paisanos, que quieren ver signos portentosos, como una especie de diversión. Él no se deja encerrar en los estrechos límites pueblerinos, sino que por el contrario los confronta y les trae un mensaje en el cual les hace ver lo extendido de su misión. La reacción de sus compatriotas es violenta, llegando a poner en peligro su vida. Pero no le ha llegado aún su hora, su misión apenas está comenzando, por eso puede proseguir su camino esparciendo la Buena Noticia a toda la humanidad. Esta escena, que se desarrolla en el pueblo donde JESÚS se había criado, tiene un valor programático, anuncia los temas que serán centrales tanto en el Evangelio según San Lucas, como en el libro de los Hechos de los Apóstoles, el cual es: el universalismo del mensaje cristiano. Por eso Jesús les recuerda que los profetas de la Biblia no limitaron sus beneficios sólo a sus paisanos (ver 1 R 17,7 y 2 R 5).

El Antiguo Testamento anunciaba a Jesús como el salvador de su pueblo y de toda la raza. Sus palabras y sus gestos despertaban a un pueblo paralizado y abrían el camino de todas las liberaciones humanas; pero eran como una semilla, y no podían producir inmediatamente frutos. Lucas dice a continuación por qué la gente de Nazaret rechazó a Jesús, por su orgullo. Jesús no tenía ningún deseo de unirse a los fanáticos y a los violentos de su pueblo para conseguir una soberanía nacional, tan opresora, tal vez, como la dominación romana. Daba testimonio de la verdad y echaba las bases para cualquier acción liberadora que se emprendiera en el futuro.

Hoy también se puede hablar de una urgente liberación, sobremanera si se presentan escenarios tan urgidos como el que padece nuestra sociedad venezolana, donde a diario pedimos la intervención de Dios, del Papa Francisco o de potencias extranjeras. Nos dejamos deslumbrar por los extraños, pero nos negamos ferozmente a que uno de nosotros se destaque y nos enseñe: por egoísmo también decimos ¿no es éste el hijo de fulana o fulano? No aceptamos que los beneficios de Dios sean para los demás, por lo cual es necesario nuestra disposición personal para dejar que Dios actué en nosotros y en nuestra comunidad y así hacer realidad los Valores del Reino, para entender que todos somos hijos de Dios

Líbranos Señor, de toda actitud egoísta que nos lleve a querer valernos de Tu mensaje solo en beneficio propio y de pretender encasillarte en las cuatro paredes de nuestra comunidad, olvidándonos que Tu eres el Salvador de toda la humanidad. Amen.