EVANGELIO DEL DÍA MARTES 20 DE NOVIEMBRE DEL 2018

 

      Lucas 19,1-10: “En aquel tiempo, habiendo entrado Jesús en Jericó, atravesaba la ciudad. Había allí un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de los cobradores del impuesto y muy rico. Quería ver cómo era Jesús, pero no lo conseguía en medio de tanta gente, pues era de baja estatura. Entonces se adelantó corriendo y se subió a un árbol para verlo cuando pasara por allí.  Cuando llegó Jesús al lugar, miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, baja en seguida, pues hoy tengo que quedarme en tu casa.» Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Entonces todos empezaron a criticar y a decir: «Se ha ido a casa de un rico que es un pecador.» Pero Zaqueo dijo resueltamente a Jesús: «Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y a quien le haya exigido algo injustamente le devolveré cuatro veces más.» Jesús, pues, dijo con respecto a él: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también este hombre es un hijo de Abraham. El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.»

  Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

La Iglesia Universal, celebra hoy la fiesta, entre otros santos, en honor a la Beata María Fortunata Viti, una Benedictina, que durante setenta años supo ofrecer a Dios cotidianamente las labores de la vida ordinaria. Nació en la localidad italiana de Veroli, región del Lazio, el 10 de febrero de 1827, y murió el 20 de noviembre de 1922 cuando contaba con 95 años. El 8 de octubre de 1967 fue beatificada por Pablo VI quien ensalzó su edificante vida de perfección.

Y la liturgia diaria nos presenta el Evangelio de JESUCRISTO, Según San Lucas  capítulo 19, versos del 1 al 10, en el que se narra otro milagro de JESÚS en Jericó, esta vez no devuelve un sentido vital a un hombre, sino la cualidad de hijo de Abraham a Zaqueo, el jefe de los publicanos en esa ciudad, que en el texto es presentado como el prototipo del pecador convertido, y que en ese instante tiene que superar dos grandes obstáculos: su estatura y su riqueza.

El obstáculo de su estatura, lo resuelve subiéndose a un árbol, como si fuera un niño travieso, llamando la atención del Maestro, que por su propia iniciativa se auto-invita a la casa del recaudador. La segunda dificultad que debe superar es la de su riqueza, y aquí es él quien toma la determinación de desprenderse de una gran parte de ella, compartiéndola con los pobres y restituyendo el cuádruplo de lo adquirido de mala manera.

Todos en Jericó señalaban a Zaqueo como un pecador y se preguntaban: ¿cómo se convertiría un hombre de esta clase, acostumbrado a los negocios sucios? ¿Qué castigo le enviaría Dios? Y Dios, en vez de castigarlo, vino a su casa. Zaqueo sabe que es envidiado y odiado. Pero no ha perdido el sentido del bien y admira secretamente al profeta JESÚS. Y es por sus buenos deseos, que Dios lo salva

El favor que le hace JESÚS obliga A Zaqueo, a manifestar todo lo humano y bueno que tenía adentro. Lucas nos dice que recibió al Maestro, con mucho entusiasmo y alegría,  que lo demuestra con el cambio ocurrido en él. Después no le costará reparar sus maldades. El pueblo se indigna, imitando a los fariseos, pues el profeta JESÚS debería compartir su causa y hasta sus rencores. Pero JESÚS no es un demagogo; la incomprensión de la muchedumbre no le importa más que la de los fariseos. Una vez más DIOS ha demostrado su fuerza; ha destruido el mal salvando al pecador.

El texto nos invita a imitar la actitud de  Zaqueo, para que crezcamos ayudados por la enseñanza de JESÚS, y no nos trepemos en nuestros logros, en nuestros títulos o en nuestras seguridades económicas con el pretexto de buscarlo a Él. Y nos clarifica que la grandeza de Zaqueo no está en su estatura, sino en la capacidad de transformar su corazón, para cambiar el mal que había hecho y restituir la injusticia con la que había obrado tan cómodamente.

Así como los ojos del ciego se abrieron para seguir a JESÚS, el corazón de Zaqueo se abre para servirlo. Y es que el mayor milagro que hizo JESÚS, en su paso por la legendaria ciudad de Jericó, fue ayudar a Zaqueo a crecer en solidaridad, amor y justicia. Por eso hoy es el día para preguntarnos: ¿Cómo he asumido yo mi seguimiento a JESÚS: radical o condicional? ¿Me esmero en compartir con mis semejantes lo esencial para mi sobrevivencia o comparto lo que me sobra?

Señor JESÚS, despierta en mí la convicción de ser uno de los hijos de Dios, dígnate de alojarte en mi casa y ayúdame a vencer todos los obstáculos que me separan de Ti. Amen.