¿Monjas en política? No

Y quien dice mojas dice religiosos, sacerdotes, personas consagradas con sus votos a la Iglesia, y que viven su vida entera en ella y en todos los sentidos, el de compromiso espiritual y vital, y también en el más estrictamente material, de sustento y acogida. La respuesta es obvia: no.

Ninguna persona de aquellas condiciones puede actuar de manera pública en favor de un partido u otro. Sus límites son los de la Doctrina Social de la Iglesia, y no puede confundir el bien común y posiciones concretas para su aplicación, con la defensa de una etiqueta de partido.

Eso está claro en el orden jurídico eclesial y en el mínimo sentido prudencial. No se puede mezclar a la Iglesia en los combates partidistas. Esta injerencia clerical estaba superada, pero ha resucitado de la mano de dos monjas, que pasan más tiempo en la televisión que en el claustro, y que además alardean de su condición luciendo el atuendo de su Congregación, tal cual o rediseñado.

Esto está sucediendo en la actual campaña electoral en Cataluña de la mano de la hermana Teresa Forcades y de Lucia Caram. La primera creó un partido, Proces Constituyent, de mínima relevancia, y que aliados con Iniciativa per Cataluña, Podemos, y otros grupos configura la candidatura que encabeza Ada Colau, la ex dirigente de la plataforma contra los desahucios. La segunda, que también posee un discurso “progre”, defiende en realidad a capa y espada a Convergencia Democrática (es difícil entender tal adhesión leyendo sus soflamas sociales y críticas a la Iglesia, pero, en fin, este es otro tema).

Forcades se dedica a dar mítines en apoyo de Colau, y esto ha hecho entrar en escena a Caram, que con su crítica a las posiciones políticas de Forcades ha incendiado la red mas de lo que ya estaba. Y, así, tenemos a dos monjas enfrentadas públicamente por sus distintas opciones políticas, con fieles que se alinean con una u otra, y con la inmensa mayoría desorientada o crítica, y todo ello aderezado con un mirar hacia otro lado de los obispos. La Iglesia como campo de batalla político de la mano del ego de dos monjas.

El precedente es terrible, el daño es considerable, pero todavía es peor lo que muestra: el seguimiento de Jesucristo y su Iglesia instrumentalizados por lo más desprestigiado de nuestro tiempo, los partidos políticos, la falta de unidad y coherencia religiosa, la sensación de falta absoluta de autoridad, de guía en la Institución, en las Congregaciones concernidas, una Nunciatura lejana de la realidad eclesial. Todo esto es mucho y es malo. Debería haberse evitado, y como mínimo ahora debe ser reparado.

Artículo originalmente publicado por Forum Libertas