Reflexión del II domingo de Cuaresma, ciclo B.

Queridos hermanos. En esta segunda semana de cuaresma, seguimos el itinerario propuesto por el Papa Francisco, para esta cuaresma 2015 “‘Fortalezcan sus corazones es una invitación a la conversión ante la globalización de la indiferencia” nos dice el Papa en su mensaje de cuaresma, este itinerario marcado desde el miércoles de cenizas, en boca del profeta Joel “vuélvanse a mí de todo corazón” nos introduce en este tiempo de gracia.

En este segundo Domingo de Cuaresma pasamos del desierto a la transfiguración, de las tentaciones a los fulgores de la luz, de las propuestas cautivadoras de satanás, a la voz alentadora del Padre. Sobre este acontecimiento cada uno de las autores de los Evangelios sinópticos(Mateo, Marcos, Lucas) narran los mismo datos; estos nos dan a entender la importancia para los discípulos esta experiencia.

Jesús escoge un monte en alto (El Tabor), lo que significa estar cerca y en comunicación con Dios. Jesús busca silencio y tranquilidad. La transfiguración no se lleva a cabo en medio de una plaza pública o antes cinco mil hombres sin contar a las mujeres y a los niños. Dios no quiere hacer un espectáculo quiere revelarse tal y como es. Hasta este momento se pensaba que contemplar Dios comportaba la muerte -recordemos el miedo que los judíos tenían de ver a Dios-. Al sentir su presencia, se cubrían el rostro, porque podían morir con la vista del Señor. Así lo hace Moisés ante la zarza ardiendo: “Se cubrió el rostro, porque tenía miedo de mirar a Dios” en cambio estos tres discípulos sin cubrirse el rostro contemplan al Hijo de Dios y permanecen con vida porque gracias a la encarnación de Jesús, Dios puede revelarse en plenitud. Ya no es necesariocubrirse el rostro porque, en Cristo Dios ha sanado la vista de la humanidad, la transfiguración es una manifestación divina (teofanía).

Después se aparecieron Moisés y Elías. Moisés y Elías, según los versos litúrgicos, no son solamente las más grandes figuras del Antiguo Testamento quienes vienen ahora para adorar al Hijo de Dios en gloria, ni tampoco son meramente dos de los hombres santos a quienes Dios se reveló en las teofanías prefigurativas de la Antigua Alianza de Israel. Estas dos figuras en verdad representan el Antiguo Testamento mismo: Moisés representa a la Ley, y Elías a los Profetas. Y Cristo es el cumplimiento de la Ley y de los Profetas (Mateo 5,17). Ellos también representan a los vivos y a los muertos, pues Moisés falleció y se conoce su lugar de sepultura, mientras Elías fue llevada al cielo vivo para aparecer nuevamente a anunciar el tiempo de la salvación de Dios en Cristo.

Entonces Pedro dijo a Jesús Maestro:¡Qué bien estamos aquí hagamos tres choza, una para ti, otra para Moisés, y una para Elia!. Esta puede ser una tentación Cristiana creer que la revelación de Dios es para acomodarnos, tranquilizarnos y que con ella todo está cumplido o que hemos llegado a la plenitud de la conversión, al contrario es el comienzo hacia la cruz, a esta actitud la ha llamado el Papa “globalización de la indiferencia», la actitud egoísta e indiferente ante el sufrimiento de los demás y que ha alcanzado, dijo, una dimensión mundial”

Queridos hermanos en este tiempo de cuaresma la liturgia nos invita a tener una fe viva como la de Abraham y esperanzadora. Vivir una Cuaresma de “transfigurados”; “transfigurado” por el encuentro con Cristo en estos cuarenta días. Para esto hace falta subir a la montaña y escuchar la voz de Dios que nos invita a escuchar y seguir a su Hijo. Es vivir la vida de cada día teniendo a Jesús de nuestra parte, haciendo la experiencia de la fe con el Señor. Los sacramentos de la Cuaresma, el Bautismo, la Reconciliación y la Eucaristía, son momentos de transfiguración. El primero, el Bautismo, es nuestra primera experiencia de transfiguración, de Dios en nosotros. La Reconciliación es el sacramento de la conversión, por el cual Dios transfigura nuestra condición pecadora en hijos e hijas suyos, perdonados y justificados. Pero siempre, la Eucaristía, donde el Cuerpo y la Sangre del Señor, deben ser todos estos días al recibirlos, experiencias de transfiguración, que nos hagan vivir más cambiados y transformados, es decir, siendo imagen perfecta de Cristo

(Rom 7,28-30). Preparémonos así, recibiéndolos en esta Cuaresma, a celebrar dignamente la Pascua.

Padre José Manuel Díaz