EVANGELIO DEL DÍA JUEVES 12 DE MAYO DEL 2016

      Juan 17, 20-26: “En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: No ruego sólo por éstos, sino también por todos aquellos que creerán en mí por su palabra. Que todos sean uno como tú, Padre, estás en mí y yo en ti. Que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la Gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí. Así alcanzarán la perfección en la unidad, y el mundo conocerá que tú me has enviado y que yo los he amado a ellos como tú me amas a mí.  Padre, ya que me los has dado, quiero que estén conmigo donde yo estoy y que contemplen la Gloria que tú ya me das, porque me amabas antes que comenzara el mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te conocía, y éstos a su vez han conocido que tú me has enviado. Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me amas esté en ellos y también yo esté en ellos.»

Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

Después de la última cena con los discípulos, Jesús les dirige palabras de consuelo e instrucciones, las cuales se leen en los evangelios de la liturgia diaria en estas últimas semanas. Hoy, con el texto de Juan, capítulo 17, versículos del 20 al 26, tenemos la conclusión de la bella y profunda oración por la unidad, con la que Jesús concluye sus palabras antes de dejar a los discípulos.

Jesús expresa nuevamente su deseo de unidad entre los discípulos y entre todos los que creerán en Él, pidiendo al Padre: “No ruego solo por ellos, sino también por los que han de creer en mí, por medio de sus palabras. Que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti;  que ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.”

Jesús continua: “Yo les di la gloria que tú me diste para que sean uno como lo somos nosotros: Yo en ellos y tú en mí, para que sean plenamente uno… les da a conocer tu nombre y se lo daré a conocer, para que el amor con que tú me amaste esté en ellos y yo en ellos”.

La unidad en el amor es la gloria de Dios. Es proprio del amor generar y comunicar la  vida. Jesús deja bien clara su misión: “Yo vine para que todos tengan vida y la tengan en abundancia”. La unidad en el amor es la unidad en la vida. Que todos tengan vida en abundancia, sin privilegios y sin marginados.

Jesús reza para que todos sean uno, en el amor, lo que significa unidad en el gozo de la vida. En el mundo cautivo de las ambiciones del poder, del dinero y del lucro, se instaura la injusticia que privilegia minorías y excluye mayorías. Los ricos se apropian de los medios que sustentan la vida y relegan a los pobres a la privación y la muerte. Someten a los pobres a producir para ellos y se apropian de sus bienes.

La gran señal de la presencia del amor de Dios en el mundo es la unidad en el amor y en la vida, practicando el compartir y la solidaridad con los más pobres.   La oración por la unidad impulsa, hoy, a los discípulos de Jesús a empeñarse, solidariamente y con amor, en la remoción de toda barrera que lleve a cualquier forma de exclusión y a la extinción de la vida.

Viviendo la unidad, alcanzamos la paz y la alegría de la comunión con Dios. Seducidos por la Palabra de Jesús, entremos en comunión  de vida con nuestro prójimo, en especial los más pobres, por quienes entramos en comunión con Dios. Amen.