EVANGELIO DEL DÍA MARTES 11 DE OCTUBRE DEL 2016  

 

    Lucas 11, 37-41: “En aquel tiempo,Cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo lo invitó a comer a su casa. Entró y se sentó a la mesa. El fariseo entonces se extrañó al ver que Jesús no se había lavado las manos antes de ponerse a comer. El Señor le dijo: «Así son ustedes, los Fariseos. Ustedes limpian por fuera las copas y platos, pero el interior de ustedes está lleno de rapiñas y perversidades. ¡Estúpidos! El que hizo lo exterior, ¿no hizo también lo interior? Pero, según ustedes, simplemente con dar limosnas todo queda purificado. ¡Pobres de ustedes, fariseos! Ustedes dan para el Templo la décima parte de todo, sin olvidar la menta, la ruda y las otras hierbas, pero descuidan la justicia y el amor a Dios. Esto es lo que tienen que practicar, sin dejar de hacer lo otro”.

 

  Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

 

La Iglesia celebra hoy el Papa Juan XXIII, conocido como «Papa bueno», ahora San Juan XXIII. Fue él quien, con su sencillez y alegría, en la década de 1960 dio lugar a una importante reforma en la Iglesia, llamando al Concilio Vaticano II, que nos hizo soñar con una Iglesia de comunión y participación.Después de 50 años, muchas de las ideas renovadoras del Concilio Vaticano II, siguen a la espera de ser puesto en práctica.

El Evangelio de hoy, lo encontramos en Lucas, capítulo 11, versículos 37-41, cuenta cómo un fariseo que había invitado a Jesús a tomar comida en su casa, se escandaliza por el hecho de que Jesús no se había lavado las manos antes de la comida, costumbre practicada por los Judíos solo por ritualismo religioso. La respuesta de Jesús es ejemplar:   “Ustedes fariseos hacen limpiar la taza y el plato por fuera, pero por dentro están llenos de robo y de maldad! Insensatos!¿Quiénhizo el exterior no hizo también el interior? Antes, den limosna de lo que tienen, y todo estará limpio para ustedes».

Este pequeño texto, sin embargo, esconde una gran verdad: muchas de nuestras relaciones familiares, sociales e incluso religiosas se caracterizan por las apariencias, «Ustedes los fariseos hipócritas limpian lo que está fuera…» La verdad, sin embargo, está en nuestro interior, en lo profundo de nuestros corazones, que sólo Dios conoce.

El Evangelio nos advierte que debemos dejar las apariencias para cuidar de lo esencial, es decir, de la pureza de nuestros corazones, donde nacen la justicia, la solidaridad y la misericordia. En esto se manifiesta la santidad de nuestras actitudes.

Todos nuestros actos externos sólo adquieren un valor permanente cuando son iluminados por la fe y la caridad. Nuestras acciones externas revelan la verdad de nuestro interior, y la pureza de nuestro corazón está en la misericordia con que acogemos a los necesitados.

En este año jubilar de la misericordia recordemos lo que nos dice el Catecismo: «La práctica de la vida moral animada por la caridad da al cristiano la libertad de los hijos de Dios. Ya no delante de Dios como un esclavo en el temor servil, sino como un hijo que responde al amor de quien lo amó primero «(cf. CCC n. 1828).

San Pablo nos dice que Cristo nos liberó para ser verdaderamente libre y no más sujetos a la esclavitud del pecado. Nos recuerda que es de la fe y no de la ley que esperamos la justificación. Pidamos que nos mantenga firmes en la caridad al servicio de nuestros hermanos. Amen.