EVANGELIO DEL DÍA MIERCOLES 10 DE AGOSTO DEL 2016 

        Juan 12, 24-26: “En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: en verdad les digo: Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida la destruye; y el que desprecia su vida en este mundo, la conserva para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Y al que me sirve, el Padre le dará un puesto de honor”.

 

  Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

 

La Iglesia celebra hoy la fiesta en honor al primero de los siete diáconos de Roma, martirizado el año 258 durante la persecución de Valeriano: San Lorenzo. Cuando fue intimado a dar cuentas de los bienes de la Iglesia, mostró al Prefecto Cornelio que la gran riqueza de la Iglesia eran sus pobres.

El evangelio de hoy Juan, capítulo 12, versículos 24 al 26, nos dice que: “Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo. Pero, si muere, produce mucho fruto. Quien se apega a su vida, la pierde. Pero quien pierde su vida en este mundo, la conserva para la vida eterna!”.

Hablando para algunos no judíos, talvez griegos convertidos, que lo buscan en Jerusalén, Jesús anuncia nuevamente a proximidad de su pasión y de su muerte. Explica claramente que él  da su vida libremente para hacer la voluntad del Padre  para la salvación de todos. Esa debe ser también la actitud del verdadero discípulo de Jesús.

Los evangelistas sinópticos hablan de la semilla cuando quieren simbolizar el Reino de Dios o la Palabra de Dios y sus frutos. Juan, al usar la figura del “grano de trigo” que necesita morir, está hablando de Jesús que da su vida en rescate de muchos. Su muerte genera vida en abundancia, es decir que da muchos frutos.

Pero, ¿cuales son los frutos que se esperan del discípulo de Jesús? Los mismos que la donación de Cristo realizó en su pasión y muerte: la glorificación de Cristo; o el juicio de este mundo; y la reunión de todos en una sola Iglesia o comunidad alrededor de Cristo.

Queda muy claro que es necesario para cristiano hacer una elección: cerrarse, aislarse en un individualismo egoísta, apegándose al mundo y sus valores, o, desapegarse de sí mismo, renunciando a los valores inmediatos y abrirse al amor de Dios y  de los hermanos.

En el mensaje final de la Conferencia de Aparecida el Papa enseña: “Ser discípulo–misionero exige una dedicación clara por Jesús y por el Evangelio, coherencia entre  fe y  vida, y la encarnación de los valores del Reino, la inserción en una comunidad de vida…” (DA, Mensaje final).

A los diáconos y  a los Laicos comprometidos, cabe especialmente la tarea de ser fermento en la masa y construir un mundo de PAZ y AMOR! Pidamos pues por todos ellos y que la Gracia y la Paz de parte de Dios, nuestro Padre, el amor de Cristo nuestro hermano, y la Comunión  del Espírito Santo esté con nosotros y nos ayude a perseverar en el camino del Bien. Amen.