Se ordenan tres nuevos sacerdotes en un campo de refugiados de Irak

A dos años de la fuga de miles de familias cristianas de Qaraqosh, centro de la llanura de Nínive en el norte de Irak, tres jóvenes originarios de la ciudad han recibido la ordenación sacerdotal, en un campo de refugiados de Erbil, en el Kurdistán iraquí.

Al menos 1.500 personas -en un lugar donde en principio solo cabían 800- han desbordado la iglesia para compartir la jornada de fiesta de la comunidad siro-católica y de sus tres nuevos curas: el P. Roni Salim Momika, el P. Emad y el P. Petros.

«Hemos abandonado Qaraqosh hace dos años», cuenta el p. Momika en una entrevista a Catholic News Agency (CNS), en la que explica los desafíos, las dificultades y las muchas tristezas sufridas por la comunidad cristiana en este período tan difícil de su propia historia.

La ordenación de los tres sacerdotes de la Iglesia siro-católica se realizó el 5 de agosto pasado en una iglesia construida al interior de un pre-fabricado, situado en el campo de refugiados Aishty 2, en la periferia de Erbil. El campo aloja a unas 5.500 personas que huyeron en el verano de 2014 de la llanura de Nínive, después del avance de las milicias del Estado islámico (EI).

El arzobispo Yohanno Petros Moshe presidió el rito, es el pastor de la Iglesia siro-ortodoxa de Mosul, Kirkuk y del Kurdistán iraquí.

Antes de la llegada de los yihadistas, Qaraqosh era el más importante centro cristiano del país; en su interior y en las pequeñas ciudades circunstantes de la llanura de Nínive vivía cerca de un cuarto de la entera población cristiana de Irak.

«Hasta ahora este día estaba ligado a recuerdos horribles, porque (en la noche entre el 5 y el 6 de agosto de 2014) nos convertimos a todos los efectos en refugiados y el Ejército Islámico hizo su ingreso en Qaraqosh». Pero hoy, «nuestra ordenación» transformó una jornada de luto en fiesta» y «dado una nueva esperanza a todo nuestro pueblo».

En los últimos dos años, el p. Momika trabajó junto a los jóvenes y mujeres del campo, donde espera poder continuar también en el futuro como sacerdote. Él quiere «estar junto a los refugiados», compartir las alegrías, los sufrimientos y las dificultades. Su rol, explica, es el de «dar Cristo a la gente» e infundir «fuerza, confianza y coraje».

En el pasado, el mismo p. Momika, junto a su hermana, fue víctima de un atentado. En el año 2010 una bomba explotada durante el paso de un autobús que transportaba al futuro sacerdote y a otros jóvenes cristianos, todos estudiantes universitarios, de la llanura de Nínive a la universidad de Mosul.

Desde la clausura forzada del seminario de Qaraqosh después del ataque yihadista, ingresó en el seminario de Al-Sharfa en Líbano, donde pudo concluir sus estudios. Después volvió a Irak para la ordenación diaconal, el 19 de marzo pasado.